sábado, 27 de abril de 2013

La métrica de mi padre

Para mi papá no existían las materias fáciles o difíciles, ni las materias poco importantes, por lo tanto, había que traer buenas notas en todo.

Para mi buena fortuna, a mí me gustaba mucho ir a la escuela. Aunque soy de una familia grande, de seis hermanos, soy la típica hermana del medio que no encajaba con los grandes y tampoco con los pequeños, por lo que ir a clases me resultaba genial hasta el punto en que las vacaciones de tres meses se me hacían eternas.

Una vez, cuando estaba en cuarto grado, la tarjeta de notas iba con 100 en todas las materias, con excepción de música en la que tenía un 90 y ya no recuerdo bien si fue que falté con alguna tarea. Lo que si tengo muy clara fue la llamada de atención que recibí... para él, que amaba la música y que a todos nos había puesto a aprender a tocar un instrumento (mis dos hermanos mayores estuvieron en la Sinfónica Juvenil), aquel 90 echaba a perder mis calificaciones y tanto se enojó que se negó a firmar mi nota. Así fue como aquel cartón amarillo no llevó estampada la elaborada firma de mi papá (le encantaba la buena caligrafía) y, en su lugar, mi mamá suscribió el recibo de la nota.

¿A qué viene el recuerdo? Hace varias semanas hubo reunión de padres de familia de la sección en la que está mi hija mayor, que cursa tercer grado.

Padres y madres se estaban quejando del horario, pues este año se hizo más extenso pues incluyeron más materias "especiales" (el año pasado no habían tenido Música y un semestre recibieron Artes y el seguiente Educación para el Hogar). De repente me sentí como una extraña en medio de aquella discusión en la que alegaban que los niños estaban perdiendo horas  que podrían ser dedicadas a estudiar las materias "importantes"; madres que decían que ellas trabajan y que hay más tareas y menos tiempo.

En media reunión me acordé de él, de mi papá... y entonces, creo que les caí mal al resto porque me negué a firmar la carta con las quejas. Al fin y al cabo, yo también trabajo, superviso tareas por teléfono, llego a revisar por la noche, busco información en horas de almuerzo y dedico fines de semana a estudiar un rato y hacer lo que haya que hacer, y muchas veces estoy cansada.

Pero ese no es el punto, el punto es que esas materiales "especiales" son parte de la formación integral de un niño. El arte es una ventana para que expresen sus pensamientos y sentimientos de diversas formas, para que sean creativos, para que busquen soluciones para hacer las cosas, para que experimenten sensaciones... y ni que decir de la música y su influencia en el ánimo, la capacidad de concentración y de aprendizaje, y de las canciones en la comprensión de las palabras.

Si nos vamos a la educación física los beneficios están en la adquisición de habilidades motoras como saltar, trepar, escalar, lanzar, etc., en los que predomina la coordinación neuromuscular.

Aquella vez que mi papá no me firmó la nota, no fue un castigo, fue una lección: todo lo que me enseñaban en la escuela era importante.