domingo, 27 de enero de 2013

Ausencia

Se encontró con unos grandes ojos almendrados, del color de las aceitunas, y con mirada afilada, de las que atraviesan. Se hacían acompañar de una nariz recta y larga que terminaba casi al tocar su amplia sonrisa.

El dueño de aquel conjunto se disculpó, con un acento poco familiar, por interferir el paso.
 

Ese choque visual tan directo llamó su atención y se sintió invitada a observar un poco más. Tras de él venían tres niños, cuyas edades oscilaban entre 11 y 4 años y más atrás, en un coche, una pequeña como de dos. Al final, estaba su mujer con el cabello completamente cubierto, vestida de manga larga y cuello alto, muy abrigada para una tarde de verano.

Su rostro era hermoso y sus ojos estaban cuidadosamente delineados de negro, pero no tenía expresión, no había una sonrisa, ni una ceja levantada, solo parecía ausente...
 
El hablaba en su idioma y su compañera nada respondía, no hacía ningún gesto, solo miraba al frente.

Mientras contemplaba la escena, imaginó que cualquiera podría pensar que eran una linda pareja, mas sus lenguajes corporales eran opuestos. Luego, pasó a las preguntas: si aquella mujer alguna vez soñaba con salir a la calle con el cabello suelto y dejar que el viento la despeinara, si se imaginaba recorriendo una playa con el sol sobre la piel...

Se olvidó entonces de los ojos aceitunados que la incitaron a curiosear y se percató de que muchas mujeres, independientemente de la cultura y la vestimenta, caminan por la vida como si no estuvieran presentes. Recordó que un día, ella misma, sin necesidad de cubrir su cabeza ni su cuerpo, se había perdido y ausentado de su vida.