jueves, 7 de febrero de 2013

Bisturí

Siempre escuchó decir que la belleza cuesta. Lo confirmó cuando empezó a buscar cómo hacerse esos "arreglitos" que le ayudaran a verse mejor, sin darse cuenta que ya era bonita.
Quería poner relleno en ciertas partes de su cuerpo como si con ello fuera a eliminar los huecos de las relaciones vacías que hacían eco en su interior.
Cuando encontró la opción que más se ajustaba a su presupuesto, dejó que el bisturí y las agujas hicieran su trabajo sin cuestionarse mucho la calidad.
Días después encontraría la otra verdad: la belleza cuesta, pero también puede costar la salud o la vida.
Acostada sobre la camilla, mirando hacia la luz del quirófano y a la espera del efecto de la anestesia, pensaba en todos los cambios a los que se puede someter el cuerpo, pero al alma, que no admite maquillaje, solo alimentándola se logra embellecerla.